¿Por qué temblamos cuando hace frío? La respuesta está en el cerebro

Temblar es una reacción natural del cuerpo ante el cambio abrupto de las temperaturas. Pero, a su vez, es también una técnica biológica que salva nuestra vida cada invierno.

Nuestros órganos necesitan mantener los 36° Celsius para prevenir la hipotermia, y seguir funcionando correctamente. Es por eso que el cerebro se encarga voluntariamente de provocar espasmos para mantener esa temperatura.

Así que cada vez que nuestro cuerpo tiembla, en realidad está contrarrestando el frío con calor. 

Pero, ¿cómo ocurren exactamente estos “temblores”?

La piel inicia este mecanismo de defensa | Vía Pixabay

Este curioso truco para calentar el cuerpo es bastante simple y se activa en cuestión de segundos. 

Cuando la superficie de la piel se enfría demasiado, por debajo de los 35° grados, los receptores cutáneos envían señales de alerta al hipotálamo en nuestro cerebro. Es decir, a la estructura que se encarga de regular la temperatura del cuerpo, la sed, el hambre, el sueño y otros estados biológicos. 

El hipotálamo busca mantener nuestro organismo en un estado estable conocido como “homeostasis” por lo que, al recibir esta señal, se altera. Tal reacción libera una descarga eléctrica a los músculos esqueléticos que se conoce como “escalofrío”. Y es, precisamente, lo que desde el exterior percibimos como un temblor. 

Los músculos esqueléticos nos ayudan a mover el cuerpo, pero también a mantener la temperatura corporal a diario. Al tensarse o relajarse, estos músculos generan ráfagas rápidas de calor que se expanden por todas las extremidades, incluída la mandíbula. Así el cuerpo logra comprimir el calor dentro de los vasos sanguíneos y mantener la temperatura entre los 36° y los 37°, sin importar si es verano o invierno. 

Aunque, por supuesto, es bastante desagradable cuando el cuerpo tiembla a causa del frío. 

Si el cerebro tiembla por el frío, el cuerpo lo sufre 

Para evitar la pérdida de movilidad que produce la hipotermia, el hipotálamo crea esta sensación de “temblor” por toda la piel. Y con ello, muchos otros efectos desagradables como:

  • Contracciones en la cabeza y los brazos.
  • Piel de gallina.
  • Enrojecimiento en las extremidades.
  • Y dolor en los huesos. 

Sin embargo, no es bueno que intentemos frenar estas reacciones mientras las temperaturas sigan bajando. Podríamos arruinar todo el trabajo que ha hecho el cerebro.

En todo caso, si queremos mitigar la intensidad de esta reacción, se pueden intentar métodos más convencionales que la fricción o el consumo de fármacos. Como por ejemplo, cerrar las ventanas y ponerse cerca de un calefactor para entrar en calor. O, en caso de que estemos fuera de casa, usar ropa abrigada y seca.

¿Es posible evitar los escalofríos?

Vía Pixabay

Las contracciones musculares son algo natural, por lo que aparecerán tarde o temprano. La única forma de evitarlas sería mantener una temperatura ambiental estable durante todo el año. Algo que el cambio climático dificulta cada día más, tanto en los países con variación estacional como en los tropicales. 

Ahora bien, es importante tener presente que el cuerpo no siempre tiembla cuando hace frío. 

Cada contracción muscular gasta una inmensa cantidad de energía química para pasar del estímulo al movimiento. Por lo tanto, después de unos minutos es posible que dejemos de experimentar los escalofríos. O incluso, puede que cambien su intensidad y se hagan menos perceptibles. 

Esto puede significar dos cosas: que el cuerpo ya generó el calor suficiente como para mantenerse por un tiempo, o que la energía química del hipotálamo se agotó. Así que debemos estar atentos a cómo reaccionan nuestros músculos después de los primeros escalofríos.

Lo más importante aquí es entender que el cuerpo tiembla para salvarnos del frío. No es igual al temblor fatal que ocurre cuando estamos asustados, o al que viven las personas con la enfermedad de Parkinson cuando intentan mover las manos, las piernas o la cabeza. Ambos, reflejos biológicos que pueden perjudicar nuestra salud a largo plazo.

Por lo tanto, no deberíamos disgustarnos por esta reacción, sino más bien agradecerle al cerebro por provocarla. 

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